El asilo de Macao en China: heroínas en la sombra

Mi amiga Ana se ha marchado a China, al asilo de Macao, a 45 minutos en ferry de Hong Kong. Cuando me lo dijo pensé que se había vuelto loca, sobre todo después de haber regresado de pasar tres meses de sufrimiento voluntario vagando por las desoladas calles de Mumbai, atendiendo a las castas más bajas de los autocalificados como intocables en India. Y, sin embargo, a medida que van pasando los días, voy comprendiendo poco a poco su razón de ser, esa que ella misma llama síndrome del turista conventual (dícese de aquel que va en busca de conventos, que no de convenciones) y que la ha llevado en esta nueva aventura hasta casi los confines de la tierra. Se ha ido a fotografiar a 206 ancianas chinas, filipinas e indonesias que viven atendidas por las pacientes monjas del asilo. Como ella muy acertadamente las califica, heroínas en la sombra. Esto es lo que me escribe desde allí.

Asilo de Santa María en Macao @Ana Palacios

Podría estar en un crucero todo incluido. Poniéndome ciega de G´Vine con tónica Fever Tree, luciendo cuerpazo, que lo tengo ¡eh!, y haciéndole ojitos, por encima de mis Ray Ban vintage Wayfarer, a algún animador musculoso de veintitantos en la piscina de popa. O podría estar en Roma. Disfrutar de la maravillosa ruta que describíais hace unos días en este blog, paseando por la Via Veneto con pamela en una Vespa, gelatto de stracciatella en mano, y tirando monedas -un montón por si acaso…- a la Fontana di Trevi. Pero no. Eso de no tener novio me sienta raro al estómago y me da por hacer marcianadas. Me he convertido en una turista conventual. Término acuñado por mí misma, porque yo lo valgo y porque le va que ni al pelo. Dícese de la turista que visita conventos por el mundo. Y yo, atea que soy, un cuadro, vamos.

Primer paso: encontrar unas monjas misioneras de postín. Que tengan misiones por todo el mundo, por si… oye, ¿qué me da por África?, ¿qué hoy quiero Oceanía?, pues ahí están. También es importante ser alguien en Monjiland. Quiero ser una turista conventual VIP. Así que me busqué una congregación de Zaragoza, donde nací. Así, cuando fuera a las esquinas del mundo, les encantaría mi procedencia y me preguntarían por el Pilar y por Galerías Preciados, que yo les digo que aún existe por no decepcionarlas. En definitiva, que me cuidarían bien, que una ya tiene una edad y lo de ir de camping y botellón es de jovenzanos. Resultado: Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Porque yo solo me muevo con monjas de pedigrí.

Este año pensé ir a Vladivostok, que suena exótico y luciría bien entre mis amistades de rancio abolengo cuando les contase lo del final del Transiberiano, el Mar de Japón y cosas así. Pero contacté con mi monja de bandera y me dijo que allí misiones pocas, que era todo muy pastoral (que no es “bucólico” como yo pensaba, eso es “pastoril”, sino que es “relacionado con las parroquias”) y que las Hermanas dan clase en un instituto, que suena poco misionerístico. Me vendió Macao, hablándome de asilos, centros de disminuidos psíquicos, psiquiátricos y leproserías. Conoce mi fibra sensible y dio en el clavo. Lo encontré fascinante. Y, tras vacunarme sin conocimiento, atracar una farmacia, leer tratados sobre la lepra hasta soñar que se me desprendían los dedos de los pies pintados con Blue Satin de Chanel… y satisfacer todas las delicias clásicas de una hipocondríaca…aquí estoy.

Downtown de Macao en China @Ana Palacios

Macao. Mas bien feo, me parece a mi. Es así como un photomorph entre Lisboa, Hong Kong y Las Vegas. Una región administrativa especial en China, una mini-isla de 21km2 ganados al mar, que tiene los contrastes clásicos de una ciudad de nuevos ricos: una obscena exhibición de poder económico, rascacielos horteras y brillantes con su insultante derroche de luz, mezclado dos bloques mas allá, con edificios bajos cochambrosos, de piel desgastada y aspecto oxidado. Miras al cielo y los 34 flamantes casinos dominan el horizonte, miras a los ojos de la ciudad, y solo ves a gente corriendo, sudando para servir al turista, esclavos de su propia oligarquía. Si quereis conocer las bondades turísticas de esta ciudad, no soy la persona adecuada. Cambiad de blog. Yo es que llevo dos días metida en el Asilo de Santa María, con 206 ancianas chinas, filipinas e indonesias y mucho turismo no he hecho.

Asilo de Macao en China @Ana Palacios

Paseo por las cuatro plantas de la instalación con mi cámara con la inmunidad que me da estar acompañada de dos monjitas todo el tiempo. Pero el pudor se me apodera en muchos momentos y tengo que retirarme de la escena. Hay algo ofensivo en mi presencia mientras las social workers, más de 50 y todas mujeres, les lavan, les visten y les dan de comer. Congee, papillas para que no se atraganten, blusas floreadas amplias abotonadas por delante para no forzarles los brazos… Les curan las llagas y yo no puedo mirar porque siento que su dignidad está indefensa y desnuda, que no tengo derecho. Es duro ver como mujeres que han sacado familias adelante, trabajos, casas… ahora no pueden ni levantar una pelota del pato Donald con las manos. La vejez es cruel, pienso. Así que me dedico a hacerles fotos en actitudes positivas, de juego, de fisioterapia, ejercicio físico… El centro es limpio y ellas, todas, sonríen. Eso ayuda a que no me ponga a llorar cada cinco minutos.

Asilo de Macao en China @Ana Palacios

Hasta aquí podría ser la historia de cualquier asilo del mundo. Entonces pregunto sus edades y las Hermanas me dicen que no saben, que el Gobierno Chino es muy restrictivo con la información que les dan y no saben más que sus nombres de pila, no les informan de los apellidos, ni de los nombres de los familiares. El Estado las entrega con solo un nombre de pila y un teléfono de contacto. Distribuidas por autosuficiencia, las hay que se apañan solas, las que a medias y las que necesitan ayuda hasta para girarse en la cama. En esta época ninguna sale fuera por el asfixiante calor, las lluvias y los tifones. Estarán varios meses sin salir a la calle. El asilo es ahora su fortaleza. Una metrópoli, con su capilla, su médico, su peluquero, su pequeño comercio y sus zonas de restauración y esparcimiento.

Asilo de Macao en China @Ana Palacios
Juego chino de Mahjong @Ana Palacios

Las que se pueden mover, juegan al Mahjong con una agilidad que me hace preguntarme si no moverán las fichas al azar y ya está, pero las monjas me apuntan que no sea listilla, que llevan jugando a ese dominó chino desde hace 90 años y que se les da de miedo. A las 6 de la tarde se van las trabajadoras sociales y dejan acostadas a las mas impedidas. Las cinco Hermanas, todas indias, se quedan 24 horas. Viven allí, con ellas, entre ellas. Las atienden en sus habituales noches de insomnio, porque la tradición china dice que la muerte acecha en la noche y parece que las nochecitas son de aúpa. Allí donde nadie quiere estar, están ellas. Heroínas en la sombra.

Hermanas de Santa Ana en Macao @Ana Palacios

Me voy dando abrazos a unas y a otras. A tomar por saco la mascarilla, los guantes de nitrilo y las precauciones extremas. Siempre me pasa igual. Cualquier día cojo la neumonía asiática o cooperanditis o algo, ya verás.

Continúa leyendo la serie 'Turismo conventual'La turista conventual en Ngai Sai, una leprosería china  

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Publicado por Ana Palacios

"Qué duro es ser una más" Ana Palacios es periodista y fotógrafa. Estudíó cine en Los Angeles donde vivió varios años y, actualmente, vive en Madrid. Ha trabajado en informativos de Antena 3 Televisión, diversos gabinetes de comunicación y, desde hace más de 10 años, trabaja como coordinadora de producción en cine y televisión.
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