Una sabe que hay gente por ahí que se llama como tú. “Palacios” éramos dos páginas del listín telefónico, cuando en las casas había listín, teléfonos góndola y gritabas: “¡¡Mamá!! ¡Cuelga, que es para mí! ¡ya lo cojo yo en el salón!”. Los modernos me entenderán mejor si digo que, si me busco en Facebook, estoy en la decimoquinta pantalla de Anas Palacios en el iPhone.
Alguien, amiga de alguien…: “¡Ah! Pues yo conozco a una Ana Palacios que organiza peregrinaciones a Tierra Santa llevando a discapacitados”. Se me dilataron las pupilas, los pelos en formación hilera y salté sobre sus pendientes de perlas implorando: ¡¡TENGO QUE CONOCERLA!! Soy adicta a la gente que se chuta solidaridad en vena. Y Ana Palacios prometía ser un buen viaje.
La siguiente escena transcurre en Barajas de madrugada. Mostradores 976 a 979. Líneas aéreas El Al Israel Airlines. A contraluz veo siluetas de superhéroes con sus capas, rodeados de niños en bicicleta. Al acercarme a conocer a Superman y a los Goonies, veo que son sillas de ruedas y voluntarias con uniforme de enfermeras de los años 70. Tanto cine me trastorna.

Hospitalidad de Jesús de Nazaret: “Llegar a Cristo con María a través de su Tierra, para procurar la curación del alma y el cuerpo. Para ello, promueve peregrinaciones a Tierra Santa”. Así rezan los estatutos de esta asociación privada de fieles constituida en el 2008. Hospitalarios se llaman. Para mí, son máquinas de amar que deciden liarse la toca a la cabeza, ponerse Israel por montera y sacudir descargas de esperanza de 4.000 voltios con palas de reanimación a quien se le ponga por delante.

Una pareja de tortolitos, una rubia bombón, un señor silencioso, una ejecutiva hiperactiva, un cura dicharachero… Son tan diferentes unos de otros que, a primera vista, parece un mal casting. Los voluntarios en las fotos de las hojas parroquiales tienen otro aspecto, no sé… más hippie, con sus rastas, su pañuelo keffiyeh, un canuto o una guitarra… qué sé yo. Pero me voy dando cuenta de que, en realidad, todos tienen algo en común, la misma mirada envolvente, un brillo que desarma mis prejuicios religiosos de atea recalcitrante. Tienen la palabra DIOS tatuada en la pupila que les da la fuerza para cumplir su misión: bañar en amor a estos enfermos para que sea el mejor viaje de sus vidas. No necesitan más equipaje. Bueno, un par de mudas, si eso.

Escaneados los acompañantes, echo un vistazo a los acompañados. Mis ojos de sensiblera con el periodo solo veían los hierros de las sillas, muletas, andadores… un arsenal ortopédico hostil y personas desvalidas ancladas a ellos. Hasta para saludarte te miran desde abajo. Ignorante que es una, los metes a todos en el mismo saco. En el saco de la mala suerte. La tómbola de la vida les ha dado un número chungo. La compasión es el primer sentimiento inevitable. Lo segundo que pienso es que los arcos de seguridad se van a quedar afónicos con tanto metal.
Los trato con prudencia, con miedo, como si fueran de cristal, con distancia, no sabes qué les va a ofender desde esa visión a un metro del suelo. Hasta que ves a Pilar, parapléjica, decirle a Wendy, tetrapléjica: “Anda, pásame el mando del aire” y Wendy contesta muerta de la risa: “Pero… ¿¡con qué manossss!?”. Ahí se rompen mis esquemas. Dejo de ver los hierros y solo veo a las personas. Se me escapa un: “No te muevas, que te hago una foto ahí”. Nos reímos. Al llegar a la mesa, le preguntas que dónde se quiere sentar, y dice que le da igual, que ella ya está sentada. Todo se vuelve natural y ya no hay sillas cuando las miro.

Tierra Santa. Dícese del territorio geográfico que comprende todos los sitios en los que se desarrollaron escenas bíblicas, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Israel, Palestina, Egipto, Jordania, Turquía… Como eso serían dos meses de viaje, la Hospitalidad se ciñe en una semana a los grandes hits: los lugares donde transcurrió la vida de Jesucristo. Desde la gruta de la Anunciación del arcángel Gabriel a la Virgen hasta la resurrección en el Santo Sepulcro, pasando por Belén, Nazaret, Jerusalén, el mar de Galilea, el río Jordán, el monte Tabor, el de las Bienaventuranzas y Getsemaní. Una ruta de peregrinación diez para los grouppies de Jesús.

La Hospitalidad se convierte en la plataforma perfecta para dar cobertura a los que no se valen por sí mismos. Se aseguran de que cualquier persona, sea cual sea su minusvalía, edad o condición, llegue a besar –si quiere, claro- , el pesebre del nacimiento en Belén al que se accede tras abrirse camino entre hordas humanas, unas empinadas escaleras y un estrechísimo túnel. O te ofrece la posibilidad de hacer el vía crucis, estación por estación, garantizándote el acceso a cualquier lugar por laberíntico, recóndito, complicado o minúsculo que sea.

El regimiento de Hospitalarios están a tu entera disposición para hablar de teología, de Sálvame de Luxe, cambiarte la ropa interior, comprar merchandising, dar de comer, maquillar, duchar o empujar sillas en vertical, si hace falta. Suena a cuña publicitaria, pero lo cierto es que yo no había visto nunca dar todo a cambio de nada.
La fe mueve montañas… y sillas de ruedas. Lo que pesa una silla de ruedas, oye. Voy llena de moratones. Empujas y te enganchas con los adoquines, se atasca una rueda, me doy en la espinilla, veo las estrellas y pienso: “moradura fijo, otro mes sin ponerme falda, con lo mona que me queda”. Levantas las ruedas de delante para el bordillo y ooooooootro golpe en la rodilla. Estoy por quitarla a ella y sentarme yo.

La infraestructura de la Hospitalidad contempla que alguien pueda caer enfermo en cualquier momento teniendo a los hospitales cercanos prevenidos, accesos cómodos para todos, atendiendo las necesidades alimenticias de cada uno, transporte y alojamientos adaptados… Una logística cuidadosamente confeccionada para que, sea cual sea tu minusvalía, estés a 3.600 kilómetros como en casa. Hasta hay wifi en el autobus. Me pregunto si hay algo más solidario que ser solidario con los solidarios. Lo resuelvo comiéndome una pita con hummus y comprándome una palestina que nunca me pondré. Y es que siempre suspendía filosofía y religión. Yo es que era más de gimnasia y pretecnología.
Un sacerdote, parte del grupo de la peregrinación, celebra misa en español en todas las Iglesias que visitamos, hasta en medio del mar de Galilea. Es curioso cómo estás en el monte Tabor, en la Iglesia de la Flagelación o en la Natividad y, esperando pacientemente a que salgan los de la misa anterior, de repente salen doscientos nigerianos con traje tribal o sesenta diáconos coreanos, todos con su alzacuellos. Aquí, en el kilómetro cero de la bondad, te cruzas con grupos de japoneses, zulúes o esquimales, todos buscando a Dios. Y, digo yo, que si está en todas partes, porqué buscan tanto. Ni que fuera Wally.

En este viaje aprendo que la religión no entiende de nacionalidades, que las peregrinaciones no tienen fronteras y que la fe es uno de los motores del mundo. Con tanta gente de colores por aquí, recuerdo que el mundo es enorme y lamento que nunca tendré tiempo para visitarlo todo. Igual me convierto al budismo a ver si con la reencarnación da más de sí la cosa, aunque, con la suerte que tengo, lo mismo vuelvo en forma de rana y hemos hecho un pan con unas tortas.

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Genial, Ana, como siempre… las fotos preciosas, con la última me han dado ganas de abrazar a alguien y he abrazado a una de mis compis de curro 😀
¿Y tu dices que eres atea recalcitrante?. ¡Me encantas Ana! me transmites vida pura llena de gracia y solidaridad. Tus experiencias son una bendición de Dios para los que te seguimos. ¡Gracias! te quiero.
Buenos días, me encantaría contactar con Ana Palacios para organizar un peregrinaje, por favor alguien deme su contacto
Mil gracias
Apasionado y apasionante aperitivo de este viaje VITAL. Enhorabuena ¿Para cuando una exposición y libro sobre todo el periplo?
GRACIAS ANA !!!!!!! TRILBY ME MANDÓ TU MAIL DESDE ESPÁÑA Y EN ESTE VIERNES SOLEADO EN BUENOS AIRES, DISFRUTÉ ESA PEREGRINACIÓN DE AMOR, QUE PINTASTE TAN BIEN CON SU RELATO !!!!!!!!
HACÍA MUCHO QUE ALGO NO ME LLEGABA TANTO AL CORAZÓN !!!!!!!!!!!
DIOS TE BENDIGA POR ELLO !!!!!!!!!!
ANA INÉS
Maravilloso este reportaje que me habeis enviado, seguid así, no desfallezcais,yo siempre tendré presente aquel viaje y a vosotras que lo haceis realidad. No tengo palabras
Carmen (Chica de Oro) Un beso para todas
Anita! Que lindo trabajo! Enhorabuena! Besitos, campeona! (había una foto de una religiosa corriendo que no has incluido, recuerdas cual?) era muy chula!
Que maravilla de mujeres y que lindo todo lo que hacen!!!!!!!!!!!!
y muy bueno el reportaje!!!
¡Qué bonito! Gracias por compartir semejante joya.
¡¡Muchisimas gracias por vuestro cariño!! (Algo escueta, sí. Pero es que las lágrimas de emoción sobre el teclado no me dejan ver las letras…)
Hola Ana! Estoy alucinada y a la vez encantada de haber leido estas lineas, donde tú, nos haces participes con una chispa de humor de los verdaderos dramas que se viven en la vida. Esto conmueve al más frío témpano de hielo. Por favor, no dejes de escribir, el mundo necesita personas como tu que informen, sin rasgarse las vestiduras, de cosas de este tipo. La bondad todavía existe y tú nos haces partícipes a todos de ello. GRACIAS Ana por tu trabajo. Un abrazo enorme.
Tita Ana, te lo digo muy en serio, tu tienes un don para escribir, en fin aquí estoy con la tía Mónica, las dos releyendo todos tus blogs y estamos alucinadas. Por cierto, como buena tía que debes ser, ya podrías echarme un cable con mi blog de África, que llevo estancada desde febrero y esto no puede ser! Un besoooo!¡
Buenos días, me encantaría contactar con Ana Palacios para organizar un peregrinaje, por favor alguien deme su contacto
Mil gracias
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Precioso testimonio. ¡Cuánta gente buena hay en el mundo, capaz de ayudar al prójimo a cambio de nada!