Sobrevolamos Sudán. La temperatura en el exterior debe de ser tan extrema que apenas se divisa tierra con la calima del desierto. Lo poco que se puede adivinar es un terreno yermo, seco, hostil, abandonado de la mano de Dios. No se ve ni un alma, ni una casa, ni tan siquiera una carretera porque no hay destinos que unir.
Debo de ser la única española que viaja en el avión porque tampoco han repartido el formulario de entrada al país y cuando lo intento pedir las azafatas no me entienden. Hace ya un buen rato que no veo españoles alrededor, especialmente durante las ultimas 20 horas de viaje desde que dejamos Egipto.

Queda menos de media hora para nuestra llegada y el termómetro marca 44 grados Celsius de temperatura. Ahora entiendo ese Chad del que tanto me alertaba en Madrid el Padre Alejandro, diciéndome que no me dejase llevar por las primeras impresiones. Al margen de la temperatura, no parece un país fácil, aunque esto pueda contribuir notablemente a aumentar las condiciones precarias de vida del país. Aterrizamos. Destino final: hospital de Saint Joseph en Bebetjia, N’Djamena, el Chad.