Aix-en-Provence, la cura de Cézanne

Aix-en-Provence, la cura de Cézanne

«Cuando me encontraba en Aix, creía que estaría mejor en cualquier otra parte. Ahora que estoy aquí, echo de menos Aix… Cuando uno nace allí, eso es todo, ningún otro lugar le sustituye»
— Carta a Philippe Solari, Tailloires, 23 de julio de 1896

Hay verdades cuyo descubrimiento lleva toda una vida, y Paul Cézanne buscó las suyas con ahínco pero nunca llegó a alcanzarlas del todo. Intuía que se escondían en un lienzo, en miles de ellos, y las buscó y rebuscó en su paleta de colores y en los trazos de sus pinceles. Lo que nosotros llamamos su obra fue para él un ensayo, una aproximación a la realidad y a la pintura.

Cézanne necesitaba del orden de 100 sesiones para pintar un bodegón, 150 si se trataba de un retrato, así que el artista se tomaba su tiempo en plasmar su percepción de la realidad. Pudo dedicar todo este tiempo, toda su vida de hecho a una vocación que le obsesionaba al tiempo que le consumía. La posición acomodada de su familia le permitía prescindir de trabajar, pero hubo de depender durante muchos años del dinero de un padre distante y permanentemente decepcionado con él. El genio francés se instaló en París en varias ocasiones, pero no vendía ni un cuadro, y sus pinturas fueron rechazadas una y otra vez en los concursos por ser consideradas «toscas» y antiestéticas. Sus coetáneos definían sus lienzos como «pinturas de pocero borracho», e incluso Emile Zola, su gran amigo desde la infancia, llegó a tildar a Cézanne de «genio abortado». No tardarían en perder las amistades.

Los jugadores de naipes, Paul Cézanne
Los jugadores de naipes, Paul Cézanne

Difícil de tratar, ya desde niño Cézanne era conocido por sus ataques de rabia y depresiones. Su carácter era por naturaleza ansioso. Toda una vida le llevó a Paul Cézanne hallar lo que buscaba, en ocasiones intuía que iba en la buena dirección mientras que en otras perdía el rumbo por completo. Pero de todos modos, era imposible que lo consiguiera. A sus 67 años, decía en una carta respecto a su arte «creo que estoy haciendo tímidos progresos». Pero lo cierto es que su obra no sería sublime sin ese intenso y permanente estado de búsqueda e insatisfacción.

Aix le vio nacer, y a Aix volvió en varias ocasiones cuando se sentía perdido o cuando necesitaba sosiego. Aix le daba paz, la poca que podía llegar a sentir aquel alma torturada de uno de los maestros de la pintura de todos los tiempos. En Aix se refugió definitivamente a los 51 años, en busca de la luz y la naturaleza que mejor convenía a su genio en lo que también era una vuelta al entorno de su infancia, a su madre y a su hermana. En esta ciudad de la Provenza francesa adquirió en sus últimos años un estudio de enormes ventanales en donde pudo aislarse del mundo y pintar sus bodegones más famosos.

En 1903 y tres años antes de su muerte, cuando sus cuadros comenzaban a venderse en París dos veces más caros que los de Monet y cuando jóvenes como Emile Bernard (luego amigo de Vincent Van Gogh), Joachim Gasquet o Charmes Camoin lo buscaban para aprender de sus palabras, entonces Cézanne se tranquilizó como reflejan las cartas que se conservan de esta última etapa de su vida, que son las más serenas y conmovedoras. Sin embargo, su cólera podía despertar en cualquier momento y un día en Aix, un niño le golpeó al pasar junto a él y desde entonces aborreció todo contacto.

La montaña Sainte-Victoire, Paul Cézanne
La montaña Sainte-Victoire, Paul Cézanne

El taller de Paul Cézanne

El último taller de Cézanne se puede visitar en la zona norte de Aix-en-Provence (9, Avenue Paul Cezanne). Abierto al público el 8 de julio de 1954, en 1955 Marilyn Monroe escribía en su libro de visitas: «a wonderful visit». El taller de Cézanne es hoy día una visita obligada de Aix-en-Provence, que lo es a su vez en una ruta por la Provenza francesa.

El taller de Cézanne. Por Steve Wilde.
El último taller de Paul Cézanne, Aix-en-Provence. Por Steve Wilde.

Se trata de un espacio tan íntimo que a pesar de compartir visita con otros turistas, uno se ve rápidamente inmerso en el mundo de Cézanne. Maravillosamente preservados, sus enseres personales –chaquetas, vasos, cartas de su puño y letra, batas de pintar, sombreros, hasta su paraguas– comparten espacio con sus muebles, libros y materiales de pintura. La luz inunda como lo hacía antaño el estudio a través de sus enormes ventanales, en un lugar especialmente pensado para el aislamiento y la creación. Tantos son los detalles a observar que recomendamos dedicar tiempo a la visita, seguro que nos evocarán aquella breve época en que el estudio cobró vida, en que fue habitado y animado por un pintor genial y pertinaz que estaba peleado con el mundo, pero que al mismo tiempo lo amaba en sus aspectos más puros.

Exterior del último taller de Paul Cézanne
Exterior del último taller de Paul Cézanne

Podemos consultar horarios y precios en la web oficial del Taller de Cézanne. Es aconsejable ir con tiempo puesto que el aforo es limitado (realmente el taller es de pequeñas dimensiones) y cierra sus puertas a las 18h, con lo que la hora más tardía para visitarlo sería a las 17h (justo hay una visita guiada en inglés a esa hora). En el taller no se permiten fotos de ningún tipo. Podemos encontrar más planes para nuestra visita a Aix-en-Provence en su web de turismo.

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Publicado por Manuel Aguilar

"Viajar es uno de los mejores caminos para encontrarse a uno mismo."

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