Cruzamos a menudo océanos para contaros nuestras experiencias, pero esta vez he querido quedarme tan cerca, que no sufriremos jet lag. Y como no me decidía entre mar o montaña, me quedé en medio, en el Baix Empordà.
Fue primera línea de fuego de los piratas del siglo XV y eso se nota en nuestros días. Un paisaje de murallas, torres de defensa y bonitas callejuelas medievales aislan del estrés diario de la gran ciudad. Solo tienes que dejarte llevar y hasta olvidarte de Internet y de los móviles en algunos lugares, porque los muros gruesos y el viento obligan a disfrutar del momento sin tecnología.

La invitación de Escapada Rural nos dejaba abierto un amplio abanico de destinos. Después de bucear en su web decidimos alojarnos en la Granja Ecuestre Can Sort. El camino de entrada es la separación natural entre dos mundos. Como la madriguera de Alicia, en la que pasas del asfalto, el tráfico y la ciudad, a un pequeño reducto de tranquilidad, en el que sólo se escucha el murmullo de los pájaros y de vez en cuando, algún relinchar.


Con una cuadra de 20 caballos, Can Sort es uno de los mejores destinos de la zona para iniciarse en la equitación. No es raro encontrarse en la cena con grupos de niños y jóvenes jinetes que vienen a recibir clases en la escuela de equitación, con mucha más destreza que los mayores, eso seguro. Para los jinetes expertos también resulta muy recomendable, por la posibilidad de poder cabalgar en un agradable entorno natural.

Había utilizado antes la web de Escapada Rural, y tengo que decir que me parece realmente práctica de cara al usuario. La utilización de los filtros te permite acotar la búsqueda a lo que realmente estás buscando, sin perderte en un listado interminable de opciones. Son estos pequeños detalles que facilitan la vida y ahorran tiempo los que más se valoran cuando se está preparando un viaje.
Tras instalarnos en Can Sort y recorrer sus alrededores, que nos sorprendieron en plena época de polinización del chopo, algo realmente espectacular, era hora de reponer fuerzas para aprovechar la tarde. Desde Báscara (Girona), donde se encuentra la casa rural, nos habían recomendado un restaurante en Camallera con especialidades argentinas y una buena relación calidad precio. Ya llegarían las degustaciones autóctonas.

Verges, La Bisbal y Peratallada
Por la tarde, de camino a Peratallada la primera parada fue en Verges, conocido por ser el pueblo de infancia del cantautor Lluís Llach. No es el pueblo más destacable de la zona, pero teníamos curiosidad. Así que bien vale un café en el núcleo medieval de la población que aún conserva parte de sus torres y murallas.
La Bisbal d’Empordà es la capital de la comarca, y aunque tiene mucha competencia frente a los pueblecitos medievales, es un buen lugar para pasar una tarde tranquila paseando junto al Daro y el barrio judío, con sus calles enrevesadas donde es mejor perderse y disfrutar.
Ya en la carretera principal, nos damos cuenta de que una de las especialidades de La Bisbal es la cerámica y la terracota de arcilla roja. Es en esta calle que atraviesa la ciudad donde se encuentran la mayoría de talleres artesanales y tiendas, si quieres llevarte un recuerdo de lo más autóctono.


¡Sorpresa! En Peratallada nos esperaba no sólo el formidable conjunto amurallado, sino también un rallye de coches clásicos que se atrevía hasta con las callejuelas más estrechas y retorcidas. Peratallada es de esos lugares indispensables si pasas unos días en la Costa Brava y sin lugar a dudas en el Empordanet. Su cuidado recinto medieval te asegura un agradable paseo, que puedes combinar con una degustación de los productos de la tierra en sus tiendas o uno de sus restaurantes.
Un pequeño chivatazo, si vas a estar por esta zona en julio o agosto, no te pierdas el mercado artesanal que se instala por las tardes en la Plaça del Castell.
Sin darnos cuenta, ya había pasado el primer día y queríamos disfrutar de un buen descanso en Can Sort, «mañana más».

De Monells a Pals
Primavera, tiempo revuelto y un huidizo sol que viene y se va, la temperatura ideal para seguir descubriendo joyas medievales. Monells es casi un pueblo de cuento, si consigues recorrerlo cuando los turistas dejan paso al sonido de tus pasos, habrás ganado mucho. Nuestro aperitivo en la plaza de Monells fue uno de los momentos más agradables del fin de semana. Nada muy elaborado, un sencillo vermut y unas patatas para poder recrearse en su plaza.


Rodeada de humedales y campos de arroz, la ciudad amurallada de Pals nos da la bienvenida desde lejos. Y aunque ya empieza a hacerse la boca agua pensando en el arroz que nos vamos a comer, ¡paciencia! antes hay que ganárselo paseando por sus empinadas calles para disfrutar de las vistas.
El centro histórico de Pals es uno de los mejor conservados de la zona, aunque tantos siglos de historia no han pasado en vano y del antiguo castillo sólo queda en pie la famosa Torre de les Hores, símbolo de la ciudad, y toda una superviviente.
Si nos acercamos a la playa de Pals, atípica entre las calas rocosas de la Costa Brava, nos sorprenderemos ante una bahía amplia, de arena y dunas que miran hacia las Islas Medes ¡un paraíso para los buceadores!

Y ahora ya sí, el broche de oro, un buen arroz de Pals. Bogavante, marisco, calderos de pescado, el plato principal va a gustos. Una buena elección en una zona alejada de los lugares más turísticos y que bien vale el rodeo es el Restaurante la Gola. ¡Qué aproveche!
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Tiene muy buena pinta… y si además se puede montar a caballo creo que es un destino perfecto para planificar una próxima escapada… Nos lo guardamos!
Un destino propicio para escapar de la rutina, me encantan las murallas es como si estar en un viaje al pasado, parece un excelente lugar porque tiene variedad de espacios para el disfrute. Me han encantado las imágenes parece una buena opción para mi próximo viaje