Hoy acaba nuestra escapada familiar a los mercados navideños de Múnich, y es un día que vamos a dedicar por completo a ese extraño limbo en el que se entra cuando se viaja de un país a otro: recoger las maletas, dejar el alojamiento, llegar al aeropuerto, entregar el coche de alquiler, check in, control de seguridad y esperas, volar a casa, más esperas y recogida de maletas, buscar coche y llegar a casa, descargar maletas, etc.
Pero al día siguiente, agotado y con toda la semana laboral por delante, uno ya intuye que todos los esfuerzos y gastos del viaje han valido la pena simplemente porque se ha vivido esos días con mayor intensidad de lo habitual, y porque se vuelve con un pequeño tesoro en forma de memorias compuestas de imágenes, sabores, sensaciones, anécdotas y experiencias. Uno quiere creer que esos días han sido un poco más vividos que el resto, que no se nos han escapado sin más del total de días finitos de que disponemos. Eso no es poca cosa.
Las siguientes fotos forman parte de esas memorias que nos traemos de vuelta a casa de nuestros días por los mercados navideños de Múnich, unos días en familia especiales.








