Tras esa cara de profesor bueno, Lars Brownworth es un personaje remarcable por su emprendeduría a la hora de difundir su obra. Lars imparte Historia en su Estados Unidos natal y da conferencias por medio mundo, aunque hace años que compagina y extiende su pasión divulgativa a otros medios digitales. Comenzó publicando un humilde podcast de nombre ‘12 Byzantine Rulers‘ sobre la vida de 12 de los emperadores más importantes del Imperio Bizantino, y contra todo pronóstico se convirtió en un podcast de muchísimo éxito. Ahí es donde un día pescó mi atención, le seguí a su blog sobre historia y finalmente compré su reciente libro Lost to the West: The Forgotten Byzantine Empire That Rescued Western Civilization.
Os recomiendo que os acerquéis a los podcasts y los libros que publica Lars Brownworth sobre Bizancio. Gran conocedor de la materia, su habilidad reside en explicar de la manera más amena posible –pero sin faltar al rigor– decenas de nombres y acontecimientos que pueblan la densa historia de uno de los imperios más longevos y extraordinarios de la Historia. Sin llegar a la maestría de Theodore Mommsen o Edward Gibbon, auténticos colosos en lo que a la divulgación de la historia de Roma se refiere, Lars consigue informar y entretener, y es de agradecer que no se pierda nunca en un mar de datos y cifras sino que siempre mantiene la atención del lector/oyente y va aportando pinceladas de opinión aquí y allá muy interesantes para contextualizar y enfatizar determinados momentos extraordinarios de la historia de Europa en la Antigüedad tardía.
Es a través de Lars Brownworth que me interesé en el Imperio Bizantino y en su máxima joya, Santa Sofía, y en este mismo blog podéis leer algunas de mis entradas relacionadas con la construcción de Santa Sofía. Todas incluyen entre sus fuentes el excelente trabajo realizado por Lars.
En este vídeo que publica en su web, Lars realiza un breve recorrido por el interior de Santa Sofía. Entre otras cosas, nos muestra cuál era la puerta de entrada exclusiva para emperadores, en qué lugar se colocaban éstos para presenciar las procesiones dentro del templo, e incluso nos muestra un símbolo cristiano que los otomanos pasaron por alto a la hora de ‘redecorar’ el interior de Santa Sofía tras su conquista de Constantinopla.
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