Agarraos bien los machos, porque este artículo va a ser largo… Pero es que una tarde en el Oktoberfest da para mucho que experimentar y contar, y no me parecía conveniente publicarlo por entregas. Así que comencemos…
Un objetivo viajero de primer orden, ¡conseguido!
Hace años que quería ir al Oktoberfest. Incluso he escrito varios artículos al respecto en este blog. Sin embargo no sé porqué, pero visitar este festival de la cerveza siempre me había parecido una meta muy difícil. Y eso que estamos hablando de Munich, que está a la vuelta de la esquina, como quien dice. Quizá sea porque ya no soy un veinteañero, posiblemente la mejor época para disfrutar del Oktoberfest, y cuando lo era me encontraba a años luz de plantearme este tipo de viajes. Después llegaron la pareja –el Oktoberfest no es precisamente el sitio ideal para ir con la novia– y más adelante el primer hijo, con lo que la posibilidad de vivir el Oktoberfest parecía definitivamente fuera de mi alcance.
¿Qué es lo que siempre me ha atraído de la fiesta de la cerveza por excelencia? Compartir mesa y chocar jarras de cerveza con amigos y desconocidos por igual; vivir el ambiente de una carpa en donde 10.000 personas se juntan para pasarlo bien, sin complicaciones ni malos rollos, disfrutando de la comida, la bebida y la música de orquesta durante varias horas, en total armonía. Que se celebre en Alemania, un pais que he visitado en ocho ocasiones y que me apasiona, también influye. Ah, y definitivamente ayuda el hecho de que me encanta la cerveza.
Pues bien, al final y de la manera más tonta, a partir de un mini blogtrip improvisado por parte de los componentes masculinos del equipo de 3viajes, lo he conseguido. ¡Ya estoy en el Oktoberfest!. Y no estoy solo, esta tarde de finales de Septiembre me acompañan dos grandes amigos. Marta y Marc se han trasladado a vivir a Munich hace pocos meses y hoy van a ejercer de expertos anfitriones, pues ya llevan varias visitas al Oktoberfest de este año. Y se nota. Marta va hoy vestida de bávara de época –muy guapa–, como prescribe la tradición, y Marc y yo nos hemos tenido que conformar con una camisa típica para la ocasión, ya que los pantalones de cuero típicos (lederhosen) suponen un desembolso de varios cientos de euros por barba que no tiene sentido realizar si no vamos a amortizar la dichosa prenda visitando el Oktoberfest durante muchos años.

La cerveza, gran protagonista del Oktoberfest
En las tres semanas que dura el Oktoberfest se repite a diario el mismo ritual: las grandes carrozas tiradas por caballos a la manera tradicional, repletas de barricas de cerveza de las marcas bávaras centenarias, se dirigen por la mañana hacia la explanada de Thieresewiesen y entregan sus miles de litros de cervezas elaborados artesanalmente. No tardarán mucho en ser consumidos.
La cerveza que se sirve en todo el Oktoberfest es 100% artesanal, elaborada por las mismas casas de cerveza y con las mismas recetas desde hace 200 años. En ésto, los bávaros son muy estrictos, y el consumidor sale ganando con ello: es cerveza de calidad, con la particularidad de que no provoca resaca al día siguiente si la ingieres en grandes cantidades (comprobado por un servidor).
La odisea de encontrar asiento en el Oktoberfest
Esta tarde de viernes hemos bajado del metro, en la parada Theresienwiese, líneas U4 y U5 de Munich. Nada más salir a la superficie, nos topamos de bruces con el Oktoberfest. No nos entretenemos y entramos en la carpa Ochsenbraterei (casa de la cerveza Spatenbräu) poco antes de las 16h. Marta tiene clarísimo que más tarde no encontraremos sitio, y sin estar sentados, los camareros no nos podrán servir. Como nosotros no hemos venido a turistear al Oktoberfest, sino a disfrutar de la fiesta a tope, nos espabilamos en buscar algún hueco para los tres.
Así que Marta rápidamente se pone manos a la obra, y comienza una ronda de más de media hora de preguntar mesa por mesa si esos huecos que asoman están libres o esperan a que alguien vuelva del lavabo. Es un trabajo arduo y agotador, la verdad, aquí no cabe un alfiler y muchos de a quienes preguntamos están en un estado semietílico, con lo que sus respuestas son de lo más variopinto. ¿Nos espera el mismo destino al final de la tarde, si conseguimos sentarnos? Veremos.

El ambiente en el Oktoberfest
Pensadlo bien: el asunto consiste en reunir a 100.000 personas en catorce carpas de un mismo recinto, y exponerlos a millones de litros de cerveza. En 2011 las cifras han vuelto a ser demoledoras: 6,9 millones de visitantes se han acercado al Oktoberfest, y han consumido 7,5 millones de litros de cerveza bávara. Todo ésto sin apenas controles de admisión a las carpas (sólo el visual, no hay control de metales ni te cachean), ni medidas de seguridad muy visibles. En las carpas se reúnen familiares, amigos, se conocen extraños de los cinco continentes, y comparten todos litros y litros de alcohol en perfecta armonía ¿Por qué no puede reproducirse el Oktoberfest en otros países? Puede que porque el nivel de civismo y madurez de la sociedad que alberga el festival ha de ser ejemplar, y también lo ha de ser el respeto escrupuloso por una tradición centenaria. Sinceramente, no se me ocurre que el Oktoberfest se pudiera celebrar en España.

Los números del Oktoberfest
Más cifras que marean: se dice que los camareros del Oktoberfest ganan entre 15.000 y 18.000€ en las tres semanas que dura la fiesta. Hagamos cuentas: los precios de las jarras de litro (Maß) están entorno a los 10€, 10€ cuesta también medio pollo a l’ast y 5€ el típico panecillo Bretzel. Por cada jarra que entregan, los camareros se llevan entre 1€ y 3€ de beneficios –ellos mismos han de comprar la cerveza a las marcas artesanas, en el propio recinto, a un precio de entre 6 y 7€–. Sólo hay que ver el ritmo de consumo de cervezas de un día cualquiera en el Oktoberfest para entender que esas cifras tan altas son posibles. Otro dicho muy común sobre los camareros: como se reparten el servicio a las mesas, no les interesa que haya muchas mujeres o potenciales no bebedores excesivamente concentrados en sus sectores: así que si cuando llegas ven que eres un potencial ‘buen cliente’ (o sea, tienes pinta de trincarte lo que te echen), lo más probable es que te ayuden y se esfuercen en colocarte en alguna de sus mesas, y en caso contrario, pasarán de ti. Y en cualquier caso, si vas en un grupo de más de 3 personas, deberías reservar mesa en la Oktoberfest con bastante antelación, de lo contrario es muy posible que una vez allí no encuentres asiento para todos.
La seguridad en el Oktoberfest
Nada más entrar en la carpa, ya habíamos visto que hay bastantes clientes con la mirada turbia y unos colores de mejillas subidos, muy sospechosos. El personal de seguridad del Oktoberfest vigila el ambiente en todo momento: si no molestas, te quedas en tu sitio; si caes redondo, te duermes en la mesa o empiezas a molestar a los vecinos, inmediatamente pasan a recogerte entre dos mozos aguerridos. En ningún momento se ven incidentes en la carpa –nosotros no los vimos–, y el buen ambiente impera sin interrupciones.
El trato de los guardias de seguridad puede rozar lo exquisito: se te acercan y te dan toquecitos, a ver si te animas, y si ven que hay que llevarte fuera de la tienda lo hacen con cierta delicadeza y mucho respeto –por el borracho–. Vimos un caso en que un cliente estaba literalmente doblado en su asiento, durmiendo. Se le había caído la cartera al suelo, y unos vecinos se la estaban intentando colocar como podían en un bolsillo del pantalón. Llegaron los de seguridad, incorporaron al caído –totalmente dormido–, le colocaron finalmente la cartera, buscaron si había perdido más cosas y se lo llevaron con una mezcla de delicadeza y diligencia afuera.
Una tarde en el Oktoberfest
Pero volvamos a nuestra experiencia de pasar una tarde en el Oktoberfest de Munich. Una vez hemos encontrado sitio, tenemos que pasar por encima de unas cuantas piernas para sentarnos –ríete de la dificultad de llegar a tu butaca en un cine concurrido–. Ya estamos sentados, y la primera sensación es un poco de claustrofobia: estamos tan pegados a los vecinos –enfrente, a los lados–, que ya podemos socializar, porque vamos a pasar unas cuantas horas muy muy juntos. El Oktoberfest no está hecho para los tímidos ni para los aprensivos.
Pedidas las primeras jarras, ahora toca hacerse con el ambiente y los ritmos de la carpa Ochsenbraterei del Oktoberfest. El ambiente es genial, muy alegre y despreocupado, las mesas están todas abarrotadas, diría que hay paridad de sexos y gente de todas las edades. En varias mesas están cantando, luego se incorporan y se ponen de pie en los bancos, y brindan y cantan más. Ésto se repite en todas las mesas de la carpa, al ritmo de la orquesta que toca canciones festivas, y lo seguirá haciendo durante toda la tarde. La gran mayoría vamos vestidos con trajes tradicionales bávaros, los trajes femeninos y las chicas que los llevan me parecen de lo más vistoso. El Oktoberfest es todo un espectáculo.

Nuestros vecinos de mesa en el Oktoberfest
Una vez tenemos bebida fresca y nos hemos hecho con el ambiente, como buenos vecinos, lo siguiente que hacemos es charlar con nuestros compañeros de mesa: enfrente tenemos a tres neozelandeses que ya deben de llevar unas cuantas horas festejando, porque van finos. Confirmado, los dos chicos ya llevan tres jarras de litro cada uno, y andan más alegres que Bob Esponja friendo cangreburguers. A ver cómo haremos para ponernos a su nivel, ahora mismo estamos en planos existenciales diferentes… Todo se andará 😉 A nuestra derecha, se sientan una pareja de alemanes sesentones. A ella se la ve muy simpática y con ganas tremendas de socializar y pasarlo bien, él la sigue como puede. Poco a poco vamos entrando en conversación.

La alemana sexagenaria de ojos chisposos resulta que ha estado varias veces en España. Curiosamente, ha veraneado 3 veces en Platja d’Aro, en plena Costa Brava catalana, y como es un pueblo que me conozco muy bien, ya tenemos tema. Cuando éste se agota, pasamos a asuntos más serios, como la crisis, los PIGS y Europa. Hablando con la señora, se confirma que la mayoría de los alemanes tienen a españoles, italianos, griegos y portugueses como los principales culpables de una conducta del gasto público irresponsable, que nos ha llevado a la crisis económica actual en Europa. Crisis que, dicho sea de paso, está sangrando las arcas alemanas a base de planes de rescate y fondos de cohesión.
El tema promete, y yo también le expongo mis teorías, como que el principal culpable de todo este embrollo es la mediocridad de los políticos y la debilidad de una democracia mercantilizada que han cedido demasiada libertad a un mercado financiero que se ha ido de madre, dejándonos a todos con el culo al aire, y el remate ha venido cuando los gobiernos europeos han decidido que deben gastarse todos los fondos públicos disponibles con el fin de rescatarlo y aguantar el sistema capitalista actual. Y sí, en España nos hemos creído que éramos ricos a base de autovendernos pisos a precios cada vez más absurdos, pero oiga, que Ustedes obraron el milagro alemán en los años 60 gracias en parte a la mano de obra buena, bonita y barata de países como España. Tal es la lógica de discusión de un bloguero de viajes que ya ha entrado en su tercera jarra de litro… Para que veáis que se pueden consumir cantidades ingentes de cerveza y discutir sobre los grandes problemas mundiales entre sonrisas y ganas de entender las razones del otro, y sobre todo no enfadarse. ¡No hay lugar para el mal rollo en el Oktoberfest!

En cuanto a los neozelandeses, están muy entregados a la causa cervecera, como comentaba antes. Cuando nosotros hemos llegado a la mesa, estos señores llevaban ya tres jarras cada uno, con lo que no estábamos ni siquiera en la misma órbita. Pero dos horas después, ya hablamos –bueno, balbuceamos– de tú a tú. Nos cuentan que son de Auckland pero que no han vuelto a su tierra desde 2007, en una suerte de vuelta al mundo que no acabamos de entender. No paran de aconsejarnos a todos que recorramos Nueva Zelanda de norte a sur. La vida es mucho más tranquila allí, dicen, el ritmo es muy diferente. Igual es por eso que se largaron a ver mundo, y ahora tienen la base en Londres, que es como todo lo contrario –para mí es la ciudad más nerviosa en que he estado jamás–. Dicen que el año que viene se vienen para Barcelona por 6 meses. Yo creo que no se acordarían de nosotros ni mostrándoles las fotos de este post…
Como los chicos van ya un poco castigados, no hay manera de tener una conversación con ellos que no acabe con dos gritos de euforia y un give me five! destartalado. Una y otra vez. ¿Pero qué puede haber mejor? Al Oktoberfest no hemos venido nadie a celebrar una tertulia… Todos estos diálogos no son en realidad más que un precalentamiento, un formalismo para lo que inevitablemente está por venir: la comunicación (y unión) total. En breve acabaremos cantando, abrazándonos y prometiéndonos amistad eterna, al ritmo que el consumo de cerveza nos vaya marcando. Tal es el código de conducta internacional de los borrachos.
Disfrutando el Oktoberfest como si no hubiera mañana…
Las horas han ido pasando en nuestra carpa del Oktoberfest, y hemos ido consumiendo un muy respetable número de jarras, pollos a l’ast y bretzels. Total, que llevamos unos 140€ gastados en cuatro horas, no está nada mal… Otra forma de verlo es decir que el Oktoberfest es rematadamente caro.
Semejante inversión ha comenzado a dar sus frutos, y a estas alturas ya hemos superado la etapa de conversar sentados con lo que ahora andamos todos de pie en las mesas cantando y abrazándonos, celebrando quien sabe qué, pero con mucha entrega.
Aquí llega la cuarta ¿o es ya la quinta? ronda de cervezas. El camarero me pilla que justo estoy de pie en la mesa, vitoreando y aplaudiendo con el resto de compañeros, así que me agacho para asir la jarra. Un mal cálculo y un litro de cerveza se va esparcido por la mesa, 10€ eurillos tirados, que gotean al suelo. Pero bueno, no estoy ya para sutilezas ni para llorar la pérdida, y mucho menos para permitirme echar en falta un litro de cerveza, que todavía ando sediento, así que inmediatamente encargo la siguiente jarra. ¡Aquí es cuando Marc y Marta se dan cuenta de que ya no voy nada fino!

Poco después nos vamos de la carpa, cenamos un par de frankfurts en uno de los puestos de la feria que hay alrededor de las carpas, y bueno, lo que sigue lo dejaríamos ya para otro día, que el post está resultando muy largo…
Lo único que puedo decir es que al día siguiente no tengo nada de resaca, me levanto como nuevo, con ganas de pasear por un Munich precioso y soleado. Y mientras recorro sus calles, no dejo de recordar qué gran experiencia ha sido el haber pasado una tarde en el Oktoberfest.
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borrachuzos!!!, jajaja
Tu no podrías venir… que no te gusta la cerveza 😉
jajajajaj Muy bien Manué, ya veo que te pusiste finito de Córdoba!! La verdad que no me gustan demasiado ni los sitios muy concurridos ni la cerveza, pero me han entrado ganas hasta de ir!!
Un saludillo
[…] Una tarde en el Oktoberfest http://www.3viajesaldia.com/una-tarde-en-el-oktoberfest/ por Valgul hace nada […]
¡Qué gran estudio de campo! Y yo mientras tanto llegando tarde. Saludos
Que grandes! jaja! pues si que dan ganas de montar una gorda un dia de estos!
@Txemi, a estas horas tu aun no estabas ni en el aeropuerto 😉
@Quique, aquí os espero! 🙂
Como dijo Txemi al día siguiente, alguien se tenía que sacrificar en aras de buscar la máxima autenticidad en la experiencia… 😉
Fantástico reportaje, cómo se nota el esfuerzo que habéis hecho por integraros al máximo en el ambiente festivo de Munich, gran trabajo. XD
[…] sitio. Esta feria situada en la enorme explanada de Theresienwiese, en donde se celebra cada año el Oktoberfest, nos ofrece enormes carpas temáticas en donde se concentran cada tarde miles de personas. Una […]
[…] una misión imposible. No es que quisiéramos emular a los amigos de 3 Viajes con su hilarante relato en Oktoberfest, pero nos habíamos hecho la vana ilusión de remojar los bigotes en una buena cerveza artesanal […]