Nieva sobre Berlín y también sobre el polémico monumento en memoria de las víctimas del Holocausto nazi. Los 2.711 bloques de hormigón de unas 8 toneladas de media, dispuestos en distintas alturas en filas y columnas que recuerdan a un cementario, son la obra del arquitecto estadounidense Peter Eisenman.

Situado entre la Puerta de Brandeburgo y la plaza Potsdamerplatz, este enorme monumento se sitúa cerca de donde un día estuvo la Cancillería del Tercer Reich y por donde cruzaba el muro que separaba Berlín del Este y del Oeste, y junto al que tantos perdieron la vida intentando cruzarlo.

A pesar de su polémica, el monumento desde luego consigue el objetivo que perseguía su autor, producir en los visitantes que caminan entre los bloques de hormigón un sentimiento de desorientación y amenaza, para recuperar así las sensaciones que sufrieron las víctimas de los campos de exterminio.
El monumento está abierto al público las 24 horas del día y se puede pasear por él libremente, incluso uno puede sentarse en los bloques, ya que como afirmaba su autor, su intención no era construir un cementerio, y por eso no hay ninguna inscripción en sus bloques y está totalmente abierto al público.

Si se quiere completar la visita, en un subterráneo, bajo los bloques de hormigón un ‘centro de información’ sobre el Holocausto. Como si estuviéramos en un bunker, a través de las diferentes salas poco iluminadas y claustrofóbicas podemos conocer un poco más sobre la persecución que sufrieron los judíos por el régimen nazi a través de las historias individuales de algunas de sus víctimas.