Mi lista de “greatest hits” noruegos es amplia, pero la resumiré en seis momentos que, cada vez que regresan a mi mente, me devuelven la sonrisa.
1. Safari de aves marinas
Ha sido en el Norte de Noruega donde he sentido que el mundo tenía fin. O, por lo menos, Europa. Allí, en los confines de la Tierra, también hay habitantes. Miles de aves hacen de esta latitud su hogar cada verano. Nos acercamos en barco a la Reserva Natural de Gjesvaertappan, donde viven, y nos quedamos a solas los tres: las aves, los advenedizos tripulantes (9 miembros del blogtrip) y la inmensidad del fin del mundo.
La excursión, una de las mejores de mi “carrera viajera”, parte de Gjesvær (cerca de la pequeña población de Honningsvåg) hacia el Cabo Norte, al encuentro de una de las colonias de pájaros más grandes de Europa. El frío y el viento en alta mar no dan tregua, pero las embarcaciones turísticas están preparadas con trajes térmicos para climatologías adversas. De lo que nadie te protege es del vaivén que provoca el oleaje, así que es fácil marearse en algún momento de las dos horas que dura el llamado safari de aves.
Las vistas no tienen parangón. Hay millones de aves en pleno vuelo, algunas de las cuales nunca vi, como los coloridos frailecillos, las temibles águilas marinas, las gaviotas tridáctilas, los araos y los alcatraces. Las que no planean reposan en el mar o en las minúsculas islas que lo salpican. Entre las rocas depositan sus nidos, y no parecen inmutarse ante nuestra presencia, aunque no estamos tan cerca como para tomar primeros planos de las aves con nuestras cámaras de fotos. Realmente somos testigos de su vida salvaje. Me siento como si grabara un programa de National Geographic.
2. Avistamiento de ciudades
Las ciudades noruegas están rodeadas de fiordos, montañas escarpadas, laderas nevadas… Desde cualquier ángulo se puede apreciar lo privilegiadas que son. A mí me gusta observarlas desde arriba, por eso aprovecho cada funicular que se me presenta.
Por ejemplo, en Tromso, la ciudad más poblada del norte del país, con 65.000 habitantes, hay que tomar el teleférico del monte Fløya, a 421 metros sobre el nivel del mar. En Bergen, el funicular Fløibanen sube al monte Fløyen, y el teleférico Ulriksbanen a Ulriken, la más alta (con 642 metros) de las siete montañas que rodean la bella ciudad.

3. Visita al Cabo Norte
Europa termina en el Cabo Norte, en una costa accidentada de acantilados a 2.000 kilómetros del Polo Norte. Para llegar allí tomamos un autobús en Honningsvåg. El camino es áspero y hermoso. A finales de mayo, el verdor va ganando a la nieve, que se derrite formando alegres cascadas. Faltan 10 minutos para la medianoche pero el sol no se va a poner, y cruzamos los dedos para que ninguna nube nos “estropee” la vista.
El fin del mundo se divisa desde una meseta de 307 metros de altura. Allí hay un complejo de edificios en el que sorprende un museo tailandés (inaugurado en 1989 para conmemorar la visita al Cabo Norte del rey Chulalongkorn de la antigua Siam), una capilla algo tétrica y una oficina de correos. Unos 500 metros antes de entrar al recinto es necesario pagar entre 35 y 40 euros. Por eso muchos coches aparcan en fila en la carretera en vez de en el parking “oficial”.
El monumento más famoso es el Globo, símbolo del Cabo Norte, que cada año visitan 250.000 turistas. El frío que sentimos en sus alrededores es casi insoportable, aunque dicen que se pueden experimentar las cuatro estaciones en un solo día. El viento da latigazos y se te congelan hasta los dientes. Casi emociona más el camino para llegar allí que la propia meta. Aún así, nos estremece la vista. El Mar de Barens al frente. Al otro lado, el Polo Norte. (Y, sí, una nube nos impide ver el sol de medianoche…).

Este viaje ha sido posible gracias a Visit Norway, la Oficina de Turismo de Noruega, que ha dejado claro por qué es uno de los países más ricos y avanzados del mundo. Su organización ha sido impecable, con el ‘crack’ Luca Bocci al frente. La compañía (siete colegas de otros tantos blogs de viajes) ha contribuido a que haya sido un mayo inolvidable a pesar de haber estado ‘pasado por nieve’. ¡Gracias a todos!
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Fue un lujo compartir estos momentos con todos vosotros 😀
¡Desde luego que sí, Pau! ¡Un abrazo al estilo noruego! (No sé cómo es pero crea expectación, no?) 😉