Los grandes espectáculos visuales no necesitan ser acompañados de un gran guión ni de una banda sonora épica para ser disfrutados plenamente. Tampoco requieren de reservar entradas con antelación, ni de gafas 3D o palomitas de maíz.
Navegar por los fiordos noruegos es uno de los espectáculos más conmovedores que nos brinda la naturaleza hoy día; se trata de un viaje de transcurrir pausado, que nos hará deslizar literalmente por delante de bellísimos escenarios dibujados a partir de paredes rocosas de formas abruptas, vegetación agreste y variada, cascadas indomables y, de vez en cuando, trazos de una civilización muy respetuosa con el entorno. En el transcurso de los días podremos apreciar un infinito abanico de luces y de colores, oleremos a mar y al rocío húmedo de la mañana, veremos el sol refulgir en el cielo pero también nos moveremos por entre una fina bruma mientras levanta el día. Contemplaremos varias tormentas desde la seguridad de nuestro barco, respiraremos aire puro y los atardeceres en los fiordos, mantita en mano, se desplegarán mágicos para aquellos que tengan la paciencia de contemplarlos…


Descubrir los fiordos noruegos
Navegar por estos valles kilométricos de pendientes dramáticas, forjados por inmensas masas de hielo durante milenios es vivir sensaciones constantes que nos arrebatarán por completo del recuerdo de nuestras realidades cotidianas y nos colocarán en un estado de embelesamiento permanente. Los fiordos noruegos también nos permitirán entrever pequeñas y grandes historias en sus accidentes naturales bautizados con nombres humanos (p.e. la cascada de las 7 hermanas), en sus laderas salpicadas de casitas, en los pueblos y puertos de unas regiones en donde el tiempo parece discurrir mucho más despacio.



Es por esto que una de las mejores plateas para descubrir los fiordos de Noruega se encuentra, sin duda, a bordo de un crucero que los recorra, plácida y parsimoniosamente, durante días.
En crucero por los fiordos noruegos
La aventura en nuestro caso comienza en el puerto de Copenhague, a bordo del buque Grand Mistral de Iberocruceros, y requiere de un día de navegación por mar abierto antes de comenzar a vislumbrar los primeros paisajes de los fiordos.

La paciencia suele tener premio, y al descubrir las primeras paredes escarpadas de Noruega es cuando comienzan las primeras sensaciones fuertes del viaje, pues empezamos a entrever el carácter salvaje y agreste del paisaje de los fiordos.

Comenzamos a adentrarnos en terreno de fiordos, que nos van rodeando en un lento y estrecho abrazo.

Y es a partir de aquí que la mole de nuestro crucero de 15 pisos comienza a percibirse como lo que en realidad es: una insignificancia en este reino de gigantes, de paredes descomunales y aguas profundas, gélidas. Y si el barco empequeñece de súbito, imaginaros cómo llega a sentirse un crucerista en este entorno: a la altura de un microbio.

Por ello no es de extrañar que los cruceristas nos pasemos los días, da igual la climatología, contemplando atónitos semejante espectáculo de la naturaleza.


Cuando el turista se convierte en parte del paisaje
Por muy insignificantes que nos sintamos ante este escenario de gigantescas proporciones, lo cierto es que los turistas pasamos a formar parte del paisaje de los fiordos noruegos durante los meses del verano, inevitablemente. Es el precio a pagar por la popularidad, y no es extraño cruzarse en el trayecto con otros grandes cruceros que transportan miles de turistas a su vez, siendo el momento de mayor impacto cuando varios de estos barcos atracan en los puertos naturales de Stavanger, Bergen, Hellesylt, Geiranger y tantos otros. En cuestión de minutos y de manera coordinada, miles de turistas desfilan por los botes y se dirigen a los mismos puntos de interés del destino en cuestión, poblando de alegría, curiosidad, ruido y dinero unas ciudades y pueblecitos que, en el caso de estos últimos, difícilmente poseen la capacidad para absorberlos.


Luego, ya sea a mediodía o al caer la tarde, todos los turistas se recogen de nuevo en sus barcos, y sigue el desfile. Es el momento en que los grandes barcos recogen amarras y lanzan tres alertas graves, estruenduosas, conforme comienzan la maniobra de partida.
La quietud vuelve a los puertos a medida que anochece, y la serenidad acompaña de nuevo a los cruceros en su surcar por las aguas frías de los fiordos noruegos.

Este artículo ha sido elaborado en colaboración con Iberocruceros, con quienes hemos realizamos un crucero por los fiordos noruegos del cual hemos quedado encantados.
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Merece mucho la pena contemplarlos en vivo y en directo, pocos paisajes hay tan preciosos como los que nos regalan los fiordos noruegos.
Hola Manuel.
Sin duda, uno de los más bellos paisajes que podemos ver por el mundo. Una asignatura pendiente de descubrir.
Un abrazo.
Vaya preciosidad de país, imprescindible visitarlo!
Muy bonitos y gran viaje!
el resplandor radiante armonioso y maravilloso de la naturaleza esta por todas partes siempre y cuando se entra en dialogo respetando y conetandonos envolviendonos en ella con sus colores sus formas sus elementos sus transformaciones que armonisan nuestros campos bosques lagos montanas diversidad de inseptos polinisando el sol dandonos energia los pajaros cantando comiendo danzando asi entremos en relacion con dios y la fuerza universal fuente de luz que nos inspira nos llena de sabiduria .