En mi segunda visita a Oslo me reconcilié con la ciudad. No es tan anodina como la recordaba, así que, o la capital noruega ha cambiado mucho en 6 años, que no parece el caso, o no la había visto bien. Mi único ‘momento bajón’ llegó cuando me topé, a las puertas de la Nasjonalgalleriet, con una nota de los trabajadores del museo en la que anunciaban que estaban en huelga, por lo que me quedé, por segunda vez, compuesta y sin ver uno de los cuatro gritos que pintó el noruego Edvard Munch, que allí pronuncian munc.

Lo mejor fue conocer, de la mano de una guía valenciana, las diferencias entre las 40 pequeñas islas del interior del fiordo de Oslo, que mide 100 kilómetros en línea recta, desde el faro de Færder hasta Oslo. Allí veranean muchísimos noruegos. Ah, pero ¿se puede veranear en Oslo? ¿No decíamos que el frío es helador? Bueno, en verano el clima da una tregua de unos 20 grados centígrados de media. La ciudad se ubica en la parte interior y más resguardada del fiordo, y gracias a la corriente cálida del Golfo los lugareños hasta se bañan en el mar.

Oslo y las islas de su fiordo
Los noruegos nacen con esquís en los pies. Y los vecinos de Oslo, además, con un barco. Al menos uno de cada cuatro. En verano, el mar está tomado por cientos de embarcaciones y la estampa es de postal. Para adentrarnos en la zona húmeda de la ciudad tomamos un mini crucero de una hora y media que cada día parte del Ayuntamiento (visita www.boatsightseeing.com para reservar tu pasaje). Y esto fue lo que nos contaron:
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La isla de los conejos, también llamada Gressholmen
Se cuenta que hace muchos, muchos años (en realidad no tantos, pero así el cuento gana), una familia noruega perdió en Gressholmen dos conejos a los que no se les ocurrió otra cosa que reproducirse como ídem. La isla se llenó de roedores y, para acabar con ellos, las autoridades municipales soltaron varios zorros. Pero estos tenían más miedo de los conejos que viceversa, y con la primera helada huyeron a través del agua congelada. Hoy, los conejos, bien hermosos (gordos), campan a sus anchas, y puedes ir allí para darles de comer, pero no para llevártelos.
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Hovedoya island
Conserva las ruinas de un antiguo monasterio cisterciense de la época medieval en medio de un paisaje de gran belleza, de esos que hacen de los habitantes de Oslo unos grandes afortunados por vivir rodeados de tanta vegetación.
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Lindoya y Nakholmen
Hace un siglo, estas islas estaban pobladas por campings y no se permitía construir allí, pero los dueños de las tiendas de campaña comenzaron a rodearlas con muros para salvaguardarlas del mal tiempo. Así que, antes de que a nadie le diera tiempo a quejarse, ya habían surgido las primeras casas. A las autoridades no les quedó otro remedio que permitir que los vecinos vivieran allí bajo tres reglas: solo pueden hacerlo en verano, no deben construir casas de más de 40 metros cuadrados, y éstas tienen que estar pintadas con los colores originales de una tradición noruega (rojo amarillo y verde en una isla y rojo, amarillo y azul en la otra).
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Nesodden
Para llegar a esta península se necesita una hora y media en coche o 20 minutos en ferry. Aquí las casas son de baño. Cuando se construyeron era impensable que a uno le vieran desnudo en público, por eso disponen de un agujero en su interior desde el que lanzarse al agua. Normalmente estas casitas pertenecen a casas más grandes, ambas del mismo color.
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Cabringuen (no consigo encontrar su nombre en noruego)
Es una isla privada con supermercado y gasolinera. Su dueño alquila una casa roja para fiestas y tiene una marina propia.
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Oustoya
En la segunda isla más grande del fiordo la construcción solo está permitida en una sexta parte del territorio. En verano vive aquí la hermana mayor del rey, que habitualmente reside en Brasil.
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Bygdoy
En esta península tienes que parar porque, además de que alberga algunas de las playas más concurridas de Oslo, Huk y Paradisbukta, es hogar de tres museos: el de los barcos vikingos (Vikingskipshuset), que muestra embarcaciones de carácter funerario; el Kon-Tiki, donde verás las naves y los artefactos que empleó en sus viajes el científico y explorador Thor Heyerdahl y sus colegas; y el Fram, con los objetos que rodearon los viajes de aventureros noruegos a los polos.


PD.: Y sí, está la isla de Utoya, al otro lado de la ciudad, al norte, donde el pasado julio murieron 68 personas asesinadas por un loco. Allí le han considerado un terrorista, y no son muy partidarios de hablar de lo sucedido. Al menos aquellos a los que inquirimos. Noruega aún permanece en estado de shock.
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Este viaje ha sido posible gracias a Visit Norway, la Oficina de Turismo de Noruega, que ha dejado claro por qué es uno de los países más ricos y avanzados del mundo. Su organización ha sido impecable, con el ‘crack’ Luca Bocci al frente. La compañía (siete colegas de otros tantos blogs de viajes) ha contribuido a que haya sido un mayo inolvidable a pesar de haber estado ‘pasado por nieve’. ¡Gracias a todos!
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