Kioto o el sabor del auténtico Japón

La visión fugaz de una geisha caminando a pasos raudos por la calle Hanami-koji es una escena que nadie debería perderse si visita Kioto, la misteriosa capital del antiguo imperio Edo (1603-1867). Refugio y reducto de la tradición del auténtico Japón, suele decirse que es una de esas ciudades a las que hay que viajar al menos una vez en la vida, al igual que Roma, Londres o París. No parece, sin embargo, con la primera impresión que uno se lleva al bajar del shinkansen en la futurista estación de tren de Kioto, construida en acero y metal, y observar los inmensos muros de hormigon fríos y grises, que no obstante esconden tras ellos toda la magia milenaria y el misterio de una urbe que, sin lugar a dudas, al cabo de las pocas horas de callejear por sus barrios llenos de historia y de tradición, acaba convirtiéndose en una visita imprescindible para conocer el auténtico sabor de Japón.

Visión fugaz de dos geishas paseando por Kioto @Maite Pisabarro

Cerca de 2.000 templos sintoístas y budistas

Flanqueada por cerca de 2.000 templos sintoístas y budistas -entre los que destacan algunos de enorme belleza como Kinkaku-ji (Templo de Oro, con reminiscencias del Golden Temple de Amritsar en India), Ginkaku-ji (Templo de Plata), Kiyomizu-dera o Fushimi Inari (en las afueras de la ciudad, pero de visita obligada) – sus costumbres y sus gentes hacen pensar que todavía nos falta por recorrer un largo camino en Occidente para aprender las buenas maneras y el buen hacer de los japoneses.

Templo de Kiyomizu-dera en Kioto @Maite Pisabarro

Jardín japonés en el templo de Rionji, Kioto @Maite Pisabarro

El arte de la contemplación

Quizá una de las mas importantes maneras sea, en pleno ajetreo del siglo XXI y de una forma de vida que solo mira hacia adelante y nunca hacia atrás, el arte de la contemplación. Los japoneses pueden pasarse horas enteras sentados frente a un jardín zen compuesto únicamente por piedras de arena gris y unas pocas rocas en medio, cual si de arena de la playa más maravillosa del mundo se tratase la estampa. El musgo, que cuidan y cultivan como su tesoro más preciado, lo prefieren a la habitual hierba para decorar sus elaborados y primorosos jardines que parecen recién salidos de cualquier revista de decoración. En Japón, esto tiene su máximo exponente en el templo Ryoan-ji de Kioto, cuyo exquisito jardín zen es la máxima representación que se conserva de este género en los países asiáticos.

Arte del cultivo del musgo en un jardín de Japón @Maite Pisabarro

Las calles empedradas de Kioto, sus geishas y casas de té

Kioto, al contrario que Tokio, está construida en horizontal, con lo que su extensión -a pesar de no alcanzar siquiera los 2 millones de habitantes- es mucho más amplia y cuesta practicamente el doble de tiempo desplazarse por sus barrios. Sus venerables construcciones típicas, conocidas como machiyas, jalonan sus encantadoras calles, rodeadas por milenarios templos y por espacios verdes y colinas arboladas. Kioto representa mejor que ninguna otra ciudad el antiguo Japón, donde las casas de té, las geishas y las tradiciones ancestrales siguen ocupando un lugar muy especial en el ritmo fascinante de su día a día.

Geishas paseando por la calle Hanami-koji de Kioto @Maite Pisabarro

Machiya típica en Kioto @Maite Pisabarro

Detalle geisha en Kioto @Maite Pisabarro

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Publicado por Doris

Muchas cosas no se pueden averiguar pensando, hay que vivirlas (Michael Ende)

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