El campo de concentración de Sachsenhausen

Imagina Alemania. Imagina un frío día del mes de diciembre. Intenta ahora viajar atrás en el tiempo y en el espacio. Hacia la pequeña ciudad de Oranienburg, en el norte de la región de Brandenburgo, a 30 kilómetros de Berlín. Camina ahora durante 20 minutos a menos 15 grados de temperatura, mientras observas cómo tus pies se van hundiendo poco a poco en la nieve virgen que te conduce desde la diminuta estación de tren hasta tu destino, Sachsenhausen, donde te han dicho que una nueva y esperanzadora vida te espera. Todo podría parecer idílico al cruzar la puerta que conduce hasta la alambrada, donde el reloj todavía señala las 11 de la mañana y los copos de nieve caen armoniosamente al compás de las agujas que marcan el tiempo que pasa, tan sólo 70 años atrás.

Konzentrationslager @sachsenhausen, germany

«Arbeit macht frei» (el trabajo os hará libres), reza en la verja de entrada. Una casa pintada de rosa para las mujeres, y otra pintada de verde para los hombres, rodeadas de flores. En su interior, unas duchas ante las cuales es preciso desvestirse como si de rendirles homenaje se tratase para «desinfectar» nuestros cuerpos de una epidemia de virus que asola la zona. Esperanza media de vida: 20 minutos. Tras las duchas, el horizonte de la estepa que nunca termina, la blanca nieve y el silencio. La inmensidad de la nada. Millones de almas pidiendo perdón y purgando crímenes que nunca han cometido. Los horrores de un pasado no muy lejano y que esperamos que nunca vuelva.

alambrada @sachsenhausen, germany

El modelo de Sachsenhausen

El campo de concentración de Sachsenhausen estaba destinado a ser el modelo a seguir y el más importante de todos. A partir de él, los nacionalsocialistas gestionarían el resto de campos satélites de Alemania, Polonia, Holanda y Bélgica a la imagen y semejanza de este, y se expandirían al modo de una empresa al resto de Europa del este, obteniendo los correspondientes ingresos y gestionando a todo su personal.

barracones 38 y 39@sachsenhausen, germany

Unos 165 campos de trabajo proporcionaban mano de obra a las grandes industrias alemanas. Grandes firmas de la banca alemana financiarían la construcción de estos campos y de todos sus materiales. Otras como IG Farbenindustrie AG, producirían el llamado Zyclon B, compuesto de ácido cianhídrico utilizado en las cámaras de gas para el exterminio de millones de personas, en su inmensa mayoría judíos. «Hay una salida para la libertad, pero solamente a través de esa chimenea», cuentan que indicaba el personal de las SS a los recién llegados al campo señalando hacia las chimeneas del crematorio. A través de las experiencias contadas por los supervivientes, de fotografías tomadas por las propias SS y de documentación encontrada en los campos tras el final de la Segunda Guerra Mundial, nos queda constancia de la verdadera historia de un campo de concentración y de cómo a través del engaño tanto la población alemana como la judía vio pasar sus días a un lado y al otro de la alambrada.

Más de 6 millones de víctimas en los campos de concentración

Más de 200.000 seres humanos pasaron por Sachsenhausen, guiados por un fatídico destino. Al menos 50.000 murieron en el intento por sobrevivir. El resto perecieron sometidos a los trabajos forzosos, torturas psicológicas y a las insoportables temperaturas de la región. En total, más de 6 millones de judíos y miles de presos políticos, homosexuales, religiosos o aconfesionales de un régimen al que no quisieron someter el resto de su existencia. Un holocausto, una debacle, un crimen irreversible. El caos y la barbaridad de la acción humana llevada a su máxima expresión, una de las mayores violaciones de los Derechos Humanos de las que ha sido testigo nuestra Historia. Y uno de sus más grandes arrepentimientos, de esos que nos hacen avergonzarnos de haber nacido humanos.

todesmarchsh @sachsenhausen, germany

Vuelvo a Berlín en el tren contemplando el mismo paisaje desolador y melancólico que un día debieron ver a través de sus ojos, hacinadas, estas miles de almas sin consuelo. La diferencia es que su viaje, probablemente el primero y el último de sus vidas, fue sin retorno, el mío es para contarlo. Hoy, varias viviendas y construcciones salpicadas por hermosos lagos helados y bosques de helechos permanecen como testigos incólumes de un pasado blanco e infinito que, aunque no vuelva, debemos recordar que sigue ahí.

«And I know one thing more – that the Europe of the future cannot exist without commemorating all those, regardless of their nationality, who were killed at that time with complete contempt and hate, who were tortured to death, starved, gassed, incinerated and hanged…» (Andrzej Szczypiorski, prisoner of the Sachsenhausen Concentration Camp, 1995)

monumento a las víctimas @sachsenhausen, germany

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#Berlin#alemania#Europa

Publicado por Doris

Muchas cosas no se pueden averiguar pensando, hay que vivirlas (Michael Ende)
4 comentarios

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