Recuerdos de un crucero por el Mediterráneo

Recuerdos de un crucero por el Mediterráneo

Recuerdos de un crucero por el Mediterráneo

Viajar en crucero es una de esas formas de viajar que no dejan indiferente a nadie: están los detractores acérrimos –normalmente no han realizado ninguno–, que los ven como una manera de tirar por la borda la libertad que tanto disfrutan en sus salidas, como una experiencia excesivamente artificial y prefabricada. Luego están los incondicionales que probaron una vez y ahora suman una larga lista de cruceros disfrutados por varios mares y hemisferios; son aquellos que buscan precisamente la predictibilidad y las comodidades que conlleva alojarse en un hotel de lujo flotante, compuesto por miles de habitaciones y que pone a su disposición innumerables servicios, ejecutados por un silencioso ejército de empleados con precisión suiza. Para ellos el crucero pasa a ser el viaje en sí mismo, y los destinos, un nice to have.

A medio camino entre los unos y los otros están quienes aprecian las evidentes ventajas en comodidad y confortabilidad que supone viajar en crucero, pero que al mismo tiempo echan de menos más libertad para poder explorar a su aire los destinos que van visitando en la ruta. Por ello se plantean realizar un crucero cada ciertos años y no viajarían así por sistema, y aún cuando se deciden por esta modalidad de viaje saben que han de adaptarse y abrazar las peculiaridades de viajar en crucero con sus pros y contras, para así disfrutarlos al máximo. Digamos que yo me encontraría en este grupo.

Recuerdos de un crucero por el Mediterráneo

Mi primer crucero fue por el Mediterráneo occidental, hace la friolera de 10 años. No sólo lo recuerdo con cariño por ser el primero y por el tiempo transcurrido, también fue mi viaje de bodas. El barco —el Oceanic, un modesto pero resultón buque operado por Pullmantur— partía de Barcelona en una soleada mañana de finales de abril, y la excitación que compartíamos todos los pasajeros en las colas de embarque era tan palpable como contagiosa. Ahí descubrí la primera experiencia única de viajar en crucero, puesto que el embarque no se asemeja ni de lejos al de un aeropuerto, mucho más gris, funcionarial y tedioso. Aún así, fue una operación compleja que duró varias horas, ya que mientras unos embarcábamos, otros finalizaban su viaje y se despedían del barco al tiempo que la tripulación lo volvía a preparar todo para que los nuevos pasajeros nos sintiéramos como si fuéramos los primeros.

crucero paisajes

A las 15h ya había concluído el embarque, y los nuevos cruceristas nos dirigíamos a uno de los comedores donde almorzar antes de zarpar. La siguiente cita obligada —dentro de un programa con horarios muy marcados que supone viajar en crucero— sería divertida y excitante por novedosa: tocaba ensayar las maniobras obligatorias de desalojo del buque ante una emergencia, embutidos en nuestros chalecos salvavidas y memorizando los pasos a seguir y el lugar de encuentro para la eventual evacuación. Estábamos tan ilusionados con el viaje que las similitudes con las escenas de Titanic que nos venían a la mente en ese rato no eran más que un agradable aliciente conque poner a nuestra aventura un pequeño toque cinéfilo.

Una vez superados los primeros trámites de navegación y acondicionados en el barco, nos esperaba una prometedora semana por delante: visitaríamos algunos de los destinos más interesantes del Mediterráneo occidental comenzando por Túnez capital, que por aquel entonces era punto de parada obligado para cualquier crucero por el Mediterráneo que se considerase como tal —y es una alegría ver que en los cruceros de 2014 Túnez vuelve a aparecer como destino—. Para esta parada y las que vendrían después, cada mañana se desplegaba una pequeña flota de autocares frente al barco, que nos trasladaba a las excursiones y nos recogía puntualmente a la hora prevista de vuelta.

Recuerdo la visita guiada por Túnez y el pueblecito de Sidi bou Said como muy estimulantes, el fuerte contraste con cualquier ciudad de la ribera norte del mar Mediterráneo estaba ahí, tan cerca y tan lejos a la vez. Visitamos las ruinas del puerto de guerra de Cartago, donde tantas veces zarparon aquellos titanes de la dinastía Bárcida a conquistar el mundo. También paseamos por entre los restos de el Tofet, antiguo cementerio cartaginés en donde se han encontrado restos de esqueletos de bebés, supuestamente sacrificados al dios Cronos. Entonces no lo sabía, pero probablemente no haya mejor compañero de viaje para esta parada que el libro Salambó de Gustave Flaubert o la interpretación de las Guerras Púnicas por parte de Theodore Mommsen, y poder imaginar in situ las epopeyas de Aníbal Barca y su familia de leones.

Sidi Bu Said
Sidi Bu Said @R. Melero
Mercado en Sidi Bu Said @Ruben Laguna

En Sidi bou Said pudimos disfrutar de algunas de las mejores vistas de la costa de Túnez, en un pueblo muy turístico de empinadas cuestas y casas pintadas de unos característicos tonos blancos y azulados. También pudimos ejercer nuestras mejores dotes de negociación en su zoco, que por muy turístico que fuera no dejó de aportar un toque lúdico a la visita.

Italia a vista de crucero

Despertar los tres días siguiente con visitas emblemáticas en Italia fue una de esas situaciones que sólo se pueden vivir viajando en crucero. Cada mañana, un nuevo puerto nos esperababa al desperezarnos y mirar por el ojo de buey de nuestro camarote. Nápoles, Civitavecchia (Roma), y Livorno (Florencia) fueron los puertos que nos recibieron en Italia. Pusimos nuestro primer pie en el país nada menos que para visitar las ruinas de Pompeya, que nos sorprendió por sus enormes dimensiones y el fantástico estado de conservación de algunas de sus calles. Fue una visita inmersiva sin duda, y muy dada a echar a volar la imaginación al pasear junto a antiguas casas, panaderías, prostíbulos, mercados… ¡Cuántas vidas truncadas en un solo día! Por la tarde le siguió un breve recorrido turístico por Nápoles, ciudad rica en historia, compleja y fascinante a partes iguales. Las personas guardamos los recuerdos más simples, y en mi caso me llevé de Nápoles la memoria de un agradable cappuccino en la animada Galería Umberto.

Calles de Pompeya
Calles de Pompeya. By vgb-studios
Arribando a Nápoles. By the-consortium
Arribando a Nápoles. By the-consortium

Un nuevo día trajo una nueva ilusión: descubrir Roma. Y fue descubrirla en el sentido más estricto, puesto que aún realizando una de las excursiones de mayor duración, apenas tuvimos tiempo de ver algo de Roma. Al final la vida del crucerista se compone de correr, correr y correr cuando no está en su medio ambiente, que es el barco. Aún así, pudimos visitar de Roma la Fontana di Trevi, el Panteón y la Piazza Navona, lo demás nos contentamos con verlo desde la ventana del autocar, mientras pensábamos sin duda en volver con el tiempo suficiente para hacer honor a la ciudad eterna. Así lo he hecho después en varias ocasiones, y Roma cada vez ocupa un sitio más importante en mi corazoncito viajero.

Foros Romanos

Roma selfie

Si tenemos la suerte de coincidir con un buen guía, una excursión de crucero puede ganar muchos enteros. Y es lo que nos sucedió en Florencia, que una española afincada allí aprovechó la hora y pico de viaje en autocar desde Livorno para ilustrarnos sobre la historia y milagros de una ciudad que vió nacer el Renacimiento. Las hostilidades entre los Medici y los Pazzi, la religión, la política, y las luchas de poder de los Machiavelo y Savonarola, el mecenazgo que dió lugar al arte de los Miguel Ángel, Brunelleschi, Donatello… Demasiadas historias y nombres ilustres cuyas huellas perseguir por las calles de Florencia, máxime en una visita fugaz de un día, pero gracias al storytelling de nuestra guía y a la magia que desprende la propia ciudad, nos quedó un poso de curiosidad por conocer más.

Unas horas en Montecarlo

Gracias al crucero fue que pude visitar Montecarlo, un país al que sinceramente no habría viajado expresamente. Confieso que no me entusiasmaron sus calles demasiado asépticas y turísticas, tampoco me llamó la atención su glamouroso casino internacional, pero sí que fue interesante visitar la catedral de San Nicolás en donde reposan los restos de muchos de los Grimaldi, y entre ellos Rainiero de Mónaco y su esposa Grace Kelly. Nos hubiera gustado visitar el Museo Oceanográfico dirigido en su día por Jacques Cousteau, pero no pudo ser por falta de tiempo.

Comentaba al principio que viajar en crucero engancha cuando asumimos sus peculiaridades y las tomamos en positivo, convirtiéndolas en un elemento más de un viaje irrepetible. De mi crucero por el Mediterráneo guardo un recuerdo imborrable, por eso años más tarde volvería a disfrutar surcando las aguas del mar del Norte, esta vez en un crucero por los fiordos noruegos.

#cruceros

Publicado por Manuel Aguilar

"Viajar es uno de los mejores caminos para encontrarse a uno mismo."
2 comentarios
  • ¡Yo me encuentro en tu mismo grupo! Sólo he hecho un crucero, hace casi ya 6 años, y aunque me daba un poco de pereza la sensación de «no lugar» y la falta de libertad, reconozco que es la mejor forma de visitar varios destinos con mucha comodidad, sin necesidad de acarrear maletas y cambiar de hotel. El mío fue Atenas – Santorini – Mikonos – Rodas – Dubrovnik y 2 días en Venecia para «rematar» y repetiría sin dudarlo.

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