Historias de Laponia: Ricardo y los vecinos de Vuollerim

Historias de Laponia: Ricardo y los vecinos de Vuollerim

Revisando antiguos borradores de artículos, uno siempre se encuentra con sorpresas como este post por publicar de nuestra antigua editora Doris Casares fruto de su asistencia a un blogtrip a la Laponia sueca allá por 2011. No sé en qué andaríamos en aquellos tiempos para que se nos pasara por alto su publicación, en cualquier caso y a pesar del tiempo transcurrido, el artículo me parece tan vigente e interesante que me permito compartirlo con vosotros finalmente.

Hoy comenzamos una serie de posts que, bajo el epígrafe Historias de Laponia, recogerá una recopilación de relatos humanos y de tradiciones sobre la vida actual en la región de Laponia en Suecia. Como primer protagonista, me gustaría introducir al periodista ecuatoriano Ricardo Esinosa, con quien tuve el placer de compartir unos memorables momentos en el pueblecito de Vuollerim y que, junto a la directora de la Oficina de Turismo de la región Eva-Lena Skalstad, organizó una entrañable visita para 3viajes por esta población remota del Círculo Polar Ártico, de la cual sus vecinos dicen que ni tan siquiera figura en los mapas. Eso sí, un gran porcentaje de sus habitantes, como Ricardo, proceden del viejo continente europeo o del otro lado del Atlántico, y han llegado hasta Vuollerim para establecerse allí y no retornar jamás.

Una sorpresa inesperada y entrañable

El día de mi llegada a Vuollerim, un pueblecito cuyos vecinos nunca han escuchado hablar de Zara y donde los anuncios de la Coca Cola todavía no han hecho su aparición en los arcenes de sus carreteras casi sin asfaltar, Ricardo fue una de las personas que hizo posible que disfrutase de una inesperada y original sorpresa: una cena organizada por todos los vecinos del pueblo en sus propias casas, y que bautizamos como la Cena del Salto de Casa. Gracias a este regalo de bienvenida que me tenían preparado los habitantes de Vuollerim, tuve la ocasión de sumergirme por una jornada en lo más profundo del día a día de sus habitantes, acompañándoles a través de su gastronomía, sus tradiciones y sus costumbres tan desconocidas por mí hasta entonces. Ricardo me envía algunas anotaciones y reflexiones que realizó durante el transcurso de aquella noche tan especial y que creo que describen muy bien lo que fue aquella noche para todos nosotros.

«Los últimos matices de luz resplandecían en el horizonte cubriendo el firmamento con el manto rosa del atardecer. Era primavera. Después de un emocionante viaje hacia el Círculo Polar, nos encontrábamos todos juntos, alrededor de una gran mesa marrón, cubierta de una fina tela color naranja, con vasos y cubiertos dispuestos estratégicamente sobre ella. Algún que otro comentario divertido salía a la luz en medio de toda una amalgama de idiomas diferentes y culturas distintas. Las risas invadían la estancia y el júbilo enterraba cualquier antigua zozobra interna en cada uno de los asistentes. Sencillamente, el cuadro era el de una cálida y gran reunión familiar. Nos disponíamos a disfrutar de la cena tras haber degustado de un exquisito plato de entrada en la primera casa. Algunos habíamos viajado en deslizador de pie por las estrechas calles de la villa. Otros habían preferido caminar y conversar al unísono. Ya en el interior del hogar, el sonido del vino se unía a la algarabía natural de los invitados y anfitriones. Ese carmesí de aquel fragante vino…su consistencia, su olor, trajeron remembranzas de nombres y lugares, atribuidos probablemente a alguna vieja lectura acerca de celebraciones paganas en memoria de Baco y otros recuerdos referentes a los primeros festejos humanos (…)».

Vuollerim y la Cena del Salto de Casa

En la compañía de Eva-Lena como excelente anfitriona, y de Ricardo como inmejorable guía, pudimos recorrer los hogares de tres de los vecinos del pueblo, donde íbamos degustando cada uno de los platos de la región: desde una ensaladilla de salmón como entrante hasta rostbeaf de reno aderezado con verduras frescas, caviar y una salsa exquisita de cloudberries, fruta típíca de esta región ártica. «Nos pareció una idea más original que el irnos a comer a un típico restaurante, además de que como puedes ver aquí no es que tengamos demasiada oferta», me comentó esa noche Eva-Lena, entre orgullosa y satisfecha por la iniciativa. «Se trata de algo que llevamos haciendo durante el último año para recibir a todos los nuevos vecinos y que nos está funcionando muy bien como ritual de acogida». Efectivamente, no me pude sentir más en casa que con todos ellos. Recuerdo con especial cariño la primera de las casas, donde alguien se acordó de pronto que había sido mi cumpleaños el día anterior (lo habían leído en el blog) y, todos en pie, comenzaron a cantarme el «cumpleaños feliz» más cálido de mi vida, aunque fuese en sueco y en una región tan lejos de mi tierra y de mi gente. Y, sin embargo, me hicieron sentirme como en familia.

«Estudié sueco durante dos años y he trabajado como profesor de primaria con estudiantes suecos y coo profesor de español en el colegio de Vuollerim. También he realizado oficios de verano como plantador de árboles y como administrador», nos cuenta Ricardo.

Sobre Ricardo Esinosa
Original de Quito (Ecuador), Ricardo nació en una familia de clase media y que realizó sus estudios superiores en Comunicación Social en la Universidad Pontificia Católica de Ecuador. Compaginó sus estudios con los de piano en el Conservatorio Nacional de Música y con el aprendizaje de varios idiomas (inglés, italiano y francés). Tras trabajar como corresponsal de CNN en Quito, en el año 2007 viajó a Suecia, donde actualmente vive con su mujer Liliana y con sus dos hijas. En la actualidad trabaja con medios sociales y relaciones públicas para la empresa de turismo Lapland Vuollerim y es miembro del partido central y concejal de Cultura. Ha escrito dos libros de poesía que todavía no se han publicado y está escribiendo una novela.

Agradecimientos: Lapland Vuollerim, Ricardo Esinosa y Eva-Lena Skalstad

Continúa leyendo la serie 'Viaje a Laponia'El museo de los Samis en Yokkmokk  

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Publicado por Doris

Muchas cosas no se pueden averiguar pensando, hay que vivirlas (Michael Ende)
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